Mensaje de la vicepresidenta de Colombia, Francia Elena Márquez Mina, en la inauguración del Panel Internacional de Mujeres Afropolíticas de América Latina y el Caribe, en el Senado de la República

Ciudad de México, 10 de abril de 2025

Muchas gracias.

Un saludo muy especial a todas las personas que organizaron este importante encuentro entre comadres, entre compañeras, entre hermanas.

Gracias a la exvicepresidenta de Costa Rica, Epsy Campbell. Gracias por su liderazgo y gracias por abrir las puertas.

Sabemos las mujeres afrodescendientes, en América Latina han habido tres mujeres que han llegado a la vicepresidencia en América Latina y en las Américas: Epsy Campbell, Kamala Harris y Francia Márquez.

Y quien abrió la puerta, quién abrió, eso me lo enseñaron los africanos, porque yo no lo estaba mirando, porque a veces no miramos eso, los pasos; fueron ellos que me dijeron: “Me alegra mucho que tres mujeres, hermanas nuestras, estén abriendo puertas. Son tres, pero son millones de personas”.

Y por eso, cuando Epsy llegó, fue la primera, nosotros, todos nos sentimos que había llegado nuestra vicepresidenta. Estaba en Costa Rica, pero desde Colombia decíamos: Tenemos vicepresidenta.

Entonces, la saludo con mucho aprecio y respeto por el camino que ha trazado y por abrir las puertas de estos espacios que a veces, se cree, no son para nosotras, pero que usted y por supuesto las ancestras que nos han acompañado, han hecho sentir que sí se puede, por más adversa que sea la situación.

Saludo a la vicepresidenta de la Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica, Rosalía Brown.

A la senadora de la República de México, Beatriz Mojica Morga, ya su señora madre, Petra Morga.

Saludo a la senadora de la República de México, Susana Harp.

Saludo a la senadora de la República de México, Amelia García Medina.

A la senadora de la República de México, Yeidckol Polevnsky.

Al senador de la República de México, Manuel Rafael Huerta.

A la senadora de Colombia, nuestra representante, a la Cámara, Cha Dorina Hernández, también primera mujer palenquera. No olviden que San Basilio de Palenque fue el primer pueblo libertario de América y hoy tenemos nuestro primer representante a la Cámara.

Saludo a nuestra representante a la Cámara, Astrid Sánchez Montes De Oca, representante por el departamento del Chocó.

A nuestras hermanas exministras; nuestra primera ministra de Ciencias y Tecnología que tuvimos en Colombia, Mabel Torres, ya todas las demás compañeras que aquí nos acompañan.

Saludo a la diputada federal de la República, de la representación de la Cámara de Diputados de México, Rosa María Castro Salinas.

A la encargada de los negocios de Colombia ante el Gobierno de México, Pilar Vargas Álvarez.

A la Asociación de Mujeres Afrocolombianas AMUAFROC, Shari García, Colombia.

A la alta consejera para los asuntos del Partido Liberal de Colombia y líderes del Partido Liberal de Colombia, Vanessa Aguilar.

A la Secretaria de las Mujeres de la Alcaldía de Cali, Colombia, Jancy (Sic) Caicedo.

Al director de la política Cali Afro, de la Alcaldía de Cali, Igor Correa.

Un saludo especial a las exministras, senadoras, senadores, diputados, diputadas, a los integrantes de las asambleas legislativas, a los representantes de los distintos países de América Latina y del Caribe aquí presentes; a todos los líderes y lideresas aquí presentes en nuestra diversidad.

También saludo a las mujeres trans, a las mujeres diversas que hacen presencia aquí.

Por supuesto, un saludo a los medios de comunicación.

Muy buenos días.

Agradezco a las compañeras ya las organizaciones afrodescendientes que me han convocado a ser parte del Panel Internacional Mujeres Afropolíticas en América Latina y el Caribe.

Gracias por abrir este espacio.

Sé que es muy importante para fortalecer el esfuerzo que cada una hace desde su liderazgo político, en favor de la justicia étnico-racial.

Desde aquí, aprovecho para enviar un saludo muy especial a la señora presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Le transmito mi más profunda admiración y respeto en nombre del pueblo colombiano.

Me invitaron a hablar aquí de democracia, de mujeres afrodescendientes y la agenda de participación política, preguntas que siempre me han acompañado.

Siempre me preguntó qué significa la democracia para las mujeres afrodescendientes.

¿Existe una agenda que nos reconozca?

¿Hay garantías reales para que las mujeres negras accedan al poder y desde ese lugar transformemos las estructuras de opresión que nos violentan?

La democracia, tal como ha sido concebida, muchas veces no nos dice nada; nos resulta vacío.

La democracia no es sólo ocupar un espacio de participación política; es ante todo la transformación real de las condiciones de vida de la gente.

Una democracia verdadera se traduce en la dignidad para el pueblo.

Si vamos a hablar de democracia, lo primero que debemos reconocer es que nuestros sistemas políticos no fueron diseñados para nosotras; fueron construidos desde una visión colonial, patriarcal y racista.

Si bien como mujeres hemos empujado la puerta para entrar y ocupar espacios de representación política, todos sabemos lo difícil que es poder estar en estos lugares de toma de decisiones a favor del pueblo.

Muchas veces incluso nuestros aliados quieren que nuestra representación sea meramente simbólica.

Por eso aún hoy nuestros sistemas políticos sostienen como estructura de dominación la violencia y el miedo; miedo que se expresa con violencia física o miedo que se expresa a partir de las inequidades y las desigualdades que se han sembrado en nuestros territorios históricamente racializados.

Debemos trabajar por transformar esa política de muerte que hoy le cuesta la vida a la juventud negra en cualquier lugar del mundo, y que hoy el lugar que nos cede a las mujeres afrodescendientes es el lugar de la servidumbre.

Transformar esas situaciones, esas estructuras de dominación y de sometimiento para un camino que le apueste a la libertad ya la transformación, pero sobre todo a la restauración de nuestra dignidad, implica, como ya lo dijeron aquí, una construcción colectiva.

La agenda democrática para las mujeres afrodescendientes no existe aún, la empezaron nuestras abuelas y la seguimos construyendo nosotras con nuestras manos, con nuestros cuerpos, con nuestras vidas.

La restauración de la dignidad no comenzó con nosotras, pero tenemos la responsabilidad de seguir profundizando la tarea, hasta lograr que esa dignidad sea una realidad para todos nuestros pueblos.

Nuestro rol no es acomodarnos, es romper silencios y abrir caminos. Eso cuesta, yo lo sé bien, pero es necesario.

No podemos permitir que quienes logramos llegar a estos lugares de representación política olvidemos las razones por las cuales estamos aquí.

No permitamos que el miedo nos paralice, que el poder nos silencie, que la comodidad nos haga cómplices de la barbarie que viven nuestros pueblos.

Sé que nuestros liderazgos no siempre perduran, porque decir la verdad y mantener la ética tiene desafíos y tiene costos en la política.

Pero en un mundo convulsionado como el de hoy, sostener la coherencia es una forma de resistencia.

Compañeras, tenemos una responsabilidad histórica: Cada una que llega, tiene que dejar la puerta abierta para que entren los demás.

Tenemos que caminar firmes, sin flaquear, sin rendirnos, porque no venimos solas y no estamos aquí solo por nosotras.

Nuestro rol debe poner la vida en el centro. Debemos luchar con valentía y determinación, y la restauración de la dignidad del pueblo por la restauración de la dignidad del pueblo y la justicia étnico-racial.

Para nosotras, las mujeres afrodescendientes, la justicia racial no es un tema individual, no es un capricho, no es una moda, es una necesidad colectiva.

Nuestra forma de hacer política es colectiva.

Cuando una mujer levanta la voz en la política, no habla sólo por ella, habla por su pueblo, por sus ancestras, por las que fueron silenciadas y por las que aún no han nacido.

Es por esto que insistimos en una agenda de reparación histórica, una reparación que no sólo mira el pasado, sino que transforma el presente y nos proyecta hacia el futuro.

Porque todavía hoy, en pleno siglo XXI, las mujeres negras afrodescendientes de América Latina y del Caribe, la esperanza de vida promedio es menos que el resto de las mujeres de cada uno de nuestros países.

Pero si miramos en términos de acceso a la educación de calidad, todavía sigue siendo un desafío.

Las mayores tasas de violencia también las padecemos. Soportamos la violencia en nuestras comunidades, en nuestras familias.

Nuestros hijos e hijas, nuestras familias cargan ese peso de una violencia que no ha sido infundida por nosotras, pero que diariamente nos toca llevarla cuesta arriba.

Estas son evidencias de un racismo estructural que sigue intacto, a pesar de que hay avances del progresismo en nuestro país.

Para cerrar las brechas de inequidad y desigualdad en Colombia, creamos el Ministerio de la Igualdad y la Equidad, que pone en el centro a las mujeres, a los pueblos étnicos, a la juventud, a las personas de la población LGBTIQ+, a los campesinos, a las personas con discapacidad ya los territorios históricamente excluidos y marginados.

Como gobierno, en campaña nos comprometimos a crear el Sistema Nacional de Cuidado.

Hoy le digo a Latinoamérica y al Caribe ya las mujeres afrodescendientes:

Nosotras que sí sabemos el sentido del cuidado, que en Colombia el sistema de cuidado es una realidad.

Hemos creado un CONPES para implementar esta política de cuidado, proyectando un presupuesto de 25 billones a 10 años, lo que permitirá fortalecer lo que nos enseñaron a nuestras abuelas desde la partería, que bien sabemos lo que significa para nuestras comunidades y para nuestros pueblos cuando de cuidar se trata.

Después de 31 años de abandono y olvido, desde la vicepresidencia de Colombia avanzamos en la reglamentación de la Ley 70-93, Ley que reconoce los derechos colectivos de la población afrodescendiente en Colombia.

La reglamentación de esta Ley ha sido, desde nuestro punto de vista, un avance revolucionario, sobre todo en términos de la propiedad agraria en nuestro país.

De hecho, puede considerarse como una gran reforma agraria a favor del pueblo afrocolombiano.

El reconocimiento de la propiedad colectiva, bien pensado por nuestros mayores y mayoras, es un parangón único de nuestra región y podríamos decir que del mundo.

Estamos construyendo una política pública para el desarrollo integral de la región del Pacífico colombiano, una región con el mayor número de población afrodescendiente en Colombia y también una de las más desiguales e inequitativas.

Llevamos agua potable y saneamiento básico donde nunca antes había llegado el Estado, donde la presencia del Estado sólo fue a partir de las fuerzas militares y de policía.

Hoy estamos llevando Universidad en tu Territorio, un legado construido por la ministra o exministra Aurora Vergara-Figueroa, en su paso por el Ministerio de Educación, también primera mujer afrodescendiente en ocupar esta institución.

Y esas universidades en el territorio sabemos están y van a seguir transformando las condiciones de vulnerabilidad y sobre todo generando oportunidades para nuestra juventud.

Creamos la Comisión Intersectorial Nacional de Reparación Histórica para transformar los efectos del colonialismo, la esclavitud y el racismo sistemático.

La Comisión de Reparación tiene el propósito de estudiar los daños y las consecuencias históricas del colonialismo y de la esclavización para proponer medidas que restauren la dignidad humana de los afrodescendientes y de quienes han padecido las consecuencias del colonialismo.

Estamos convencidos de que ha llegado el momento de que América Latina, el Caribe y el Continente Africano se enfrenten juntas las guerras comerciales, las crisis migratorias, el colapso climático y un orden internacional que perpetúa desigualdades coloniales.

Hoy más que nunca es urgente reconectar nuestra diáspora, no sólo desde la memoria sino también desde la diplomacia, la cooperación, la cultura y el comercio.

El gobierno del cambio ha creado la estrategia desde la vicepresidencia de África, Colombia.

Esta estrategia nos ha permitido avanzar en la profundización y el fortalecimiento de las relaciones diplomáticas, culturales, comerciales con el Continente Africano.

Hoy más que nunca con la crisis que sabemos hay, generada por el vecino, es necesaria la articulación y es necesario tejernos en nuestras relaciones latinoamericanas, caribeñas, africanas.

Es necesario, hoy más que nunca, fortalecer la estrategia de la reconexión con el sur global.

Compañeras:

Me despido con una reflexión final.

Muchas veces se dicen, muchas veces se dice que mi llegada a la vicepresidencia demuestra que el sistema funciona, pero no. Yo no llegué aquí porque el sistema me abrió la puerta.

Llegué empujándola, resistiendo, desobedeciendo las reglas impuestas. Esas que decían que una mujer negra de un territorio empobrecido y sin apellidos ilustres no podía estar aquí.

La derecha me señala de ser guerrillera por haber crecido y nacido en las montañas del Cauca, un territorio que, como el pacífico colombiano, ha padecido el conflicto armado y la violencia.

Pero paradójicamente, la izquierda me señala ser infiltrada de la CIA. La realidad es que no soy ni lo uno ni lo otro, simplemente soy una mujer negra y por eso me considero sospechosa. Tal como lo expresa Dorothy Roberts: “la gente negra nace culpable”. Nos ven como una amenaza.

Es por esto que a quienes son como yo y han intentado ocupar estos espacios, les bloquean, les agreden, les violentan, les niegan, les silencian y no reconocen sus aportes en una sociedad que se piensa en transformar.

Como una mujer progresista, quiero decir que el progresismo avanza si reconoce la necesidad de transformar las estructuras coloniales, patriarcales y racistas. De lo contrario, nos quedaremos rezagados en un progresismo que se piensa sólo desde la lucha de clases.

Nuestra llegada aquí, nuestra llegada a ocupar cada uno de los espacios que hemos ocupado no es un accidente. Es fruto de la lucha adelantada por generaciones, que yendo contra la corriente han luchado por abrir una grieta en la historia.

Como dijo, nuestras democracias no están pensadas para las mujeres negras pobres con voz y con agendas propias.

Nuestros sistemas políticos aún nos exigen blanquearnos para poder participar, pero nosotras no entramos a la política para ser adornos. No estamos aquí para cumplir cuotas. Estamos para cumplir, para romper y cambiar las reglas.

Y eso incomoda, eso molesta, eso despierta rechazo.

Estos años de camino me han llevado a comprender que hay un peligro. Algunas personas cuando llegan a esas posiciones de poder para tratar de encajar corren el riesgo de olvidar sus agendas de reivindicación.

Nuestras ancestras y ancestros no se rindieron. Hoy tengo que decirles a ustedes: no nos podemos rendir. Nosotras tampoco nos rendiremos.

Tenemos que seguir trabajando juntas en la diversidad, en medio de las diferencias, hasta lograr que la dignidad se haga costumbre.

Muchas gracias.

Texto y Foto: Cámara de Senadores