Participación de Pedro Vázquez González, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la H. Cámara de Diputados del Congreso de México, para el foro “Parlamentarios por la Paz”

Ciudad de México, 2 de abril de 2025

Muy buenos días.

Desde la Cámara de Diputados del Congreso mexicano, y en nombre de la Comisión de Relaciones Exteriores que me honro en presidir, me permito agradecer la invitación para participar en esta Tercera Conferencia Internacional “Parlamentarios por la Paz”.

Agradezco a la Duma Estatal de la Asamblea de la Federación Rusa y al Parlamento Centroamericano, y saludo a las y los hermanos parlamentarios que hoy nos acompañan.

A ochenta años de la victoria sobre el nazismo, la historia nos vuelve a mirar a los ojos. Nos exige memoria y acción. Recordar no es un gesto pasivo. Implica asumir una responsabilidad. Para no repetir. Para no olvidar.

La amenaza del odio está lejos de haber desaparecido. Solo se ha transformado. Se oculta tras discursos disfrazados de “libertad de expresión”, tras banderas manchadas de neofascismo, nativismo y exclusión, y se esparce por redes sociales y tribunas públicas, con una peligrosa impunidad.

Lo que ayer fue el nazismo, la segregación y el genocidio, hoy regresa bajo nuevas formas, con nuevas voces, pero con el mismo veneno.

Vemos un preocupante resurgimiento del odio hacia los musulmanes, la comunicad judía y a las comunidades indígenas, de la discriminación racial y del desprecio hacia los migrantes. A esto se suma una forma de exclusión silenciosa, pero igualmente corrosiva: el miedo a los pobres, basado en la falsa idea de que, quien no posee bienes materiales no tiene nada que ofrecer a la sociedad.

El Holocausto dio cuenta de la capacidad destructiva del ser humano. La humanidad dio cuenta de estas atrocidades, una vez vencido el enemigo.

En la actualidad, vivimos un genocidio en tiempo real, contra el pueblo palestino, con imágenes, testimonios, y suficientes pruebas. Mientras tanto, buena parte de la comunidad internacional voltea hacia otro lado, olvidando los valores que se edificaron tras la victoria sobre el nazismo.

¿Cómo es posible que, en pleno Siglo XXI, en un mundo que se construyó con base en derechos y libertades, se tolere la exaltación de ideologías que asesinaron millones de vidas?

Estos actos no son anécdotas. Son advertencias. Síntomas de que el monstruo del fascismo no ha muerto.

Se esconde en la sombra, esperando condiciones propicias para volver. Hoy, por ejemplo, la extrema derecha está presente en 15 de los 27 parlamentos de los países de la Unión Europea, y ya es la segunda fuerza en la Eurocámara.

En México, tristemente, también existe la presencia de ideas e iniciativas de la extrema derecha.

Desde el año 2022 y hasta 2024, se han llevado a cabo, en nuestro país, distintas ediciones de la Conferencia de Acción Política Conservadora, donde se han dado cita representantes de la ultraderecha, de Estados Unidos, de Brasil, de Chile, de Italia, de España, y también un personaje mexicano: Eduardo Verástegui, actor ligado a élites empresariales y a partidos de la extrema derecha.

Verástegui no solo busca fundar un nuevo partido político, sino que, sin rubor alguno, ha abrazado simbología y gestos nazis en eventos internacionales.

Eso no es libertad de expresión, sino propaganda de odio. La libertad de expresión termina donde empiezan a vulnerarse los derechos humanos. Por eso, nuestra respuesta debe ser integral, debe ir desde la legislación hasta la educación, desde la justicia hasta el diálogo intercultural y la inclusión.

El fascismo y el neonazismo no son opiniones. Son ideologías totalitarias, antidemocráticas, construidas para hostigar, excluir, deshumanizar y eliminar a quien se percibe como distinto.

La Constitución mexicana prohíbe toda forma de discriminación que atente contra la dignidad humana y busque anular o reducir los derechos y libertades de las personas, incluyendo motivos como origen étnico, género, edad, condición social, salud, religión, opiniones o preferencias sexuales.

No se puede combatir lo que no se nombra. No podemos seguir tratando estos actos como casos aislados. Porque lo que normalizamos hoy, nos dominará mañana.

A quienes dicen que en México no hay peligro real, les recuerdo: el discurso precede a la violencia. El odio no comienza con balas. Comienza con palabras y con gestos cómplices. Así comenzó todo en la Alemania de los años 30.

Hoy, la extrema derecha opera en redes transnacionales, conecta con grupos de odio en distintas partes del mundo, y avanza bajo la promesa de “rescatar los valores”. Pero sus valores son los del miedo, la exclusión, la represión. Su agenda no es la paz, es el control. No es la justicia, es el poder a cualquier costo.

Durante la presidencia del General Lázaro Cárdenas, México tuvo una posición muy clara frente el régimen nazi. Fue la primera nación en protestar ante la ocupación a Austria por la Alemania Nazi. Como lo hizo también tras la invasión de la Italia de Mussolini a Etiopía.

México ha sido tierra de refugio, de dignidad y de principios. Nuestra política exterior está regida por la paz, la autodeterminación de los pueblos, y la resolución pacífica de controversias.

Hoy, más que nunca, debemos entender que la paz no es pasividad, sino una resistencia activa contra el odio y una apuesta por la dignidad, la libertad y la memoria.

México se suma a combatir el odio y a privilegiar la paz. En este 80° aniversario de la Victoria sobre el nazismo, alzamos la voz con firmeza y con claridad:

¡No al nazismo!

¡No al fascismo!

¡No a la discriminación!

¡No al odio como forma de hacer política!

¡Sí a la paz!

¡Sí a la diplomacia!

¡Sí al diálogo!

¡Sí a la democracia y a la inclusión!

Muchas gracias.

Texto y Foto: Cámara de Diputados