En
el infinito decálogo de las ocurrencias aparecieron de pronto los patines del
diablo como solución a la “movilidad” urbana en la Ciudad de México.
Cuando
niños todos tuvimos uno de esos patines cuyo impulso se lograba gracias al
desgaste de la suela de un zapato, pero hoy tienen motorcitos eléctricos de
baja potencia, suficientes para llevar de un lado a otro a un huevón —o
huevona, para respetar la equidad de género—, incapaz de caminar tres cuadras o
regresar mágicamente a los años de la tierna inocencia infantil.
Y
lo mismo sucede con las patinetas, las cuales se han convertido (junto con el
ideologizado ciclismo urbano) en una plaga urbana a la cual se deben sumar los
propietarios y usuarios de las pequeñas motonetas de diverso diseño, las cuales
se pueden comprar en el supermercado, junto con una caja de cereal o medio kilo
de jamón, y van logrando, poco a poco, la “jakartización” de la ciudad con
miles de “scooters” o “motorinos”, como llaman en Italia a las Vespa.
A
este paso la mal comprendida movilidad urbana necesitaría avenidas magníficas e
imposibles de construir, tan amplias como la demagogia; o sea, infinitas: con
un carril para los autobuses del servicio público, otro para los taxis, sean
Uber o de otra forma de concesión; uno más para los automóviles, siempre mal
vistos por los expertos en transporte; aceras para los peatones, espacios para
las motos y bicicletas y, por debajo de todo esto, una red de tren subterráneo,
por lo menos de 700 kilómetros de extensión, bastantes más de los actuales,
226.
Y
si todo eso no fuera delirio suficiente, pues en el aire volarán las góndolas
de los teleféricos.
Pero
como eso es imposible, así lo encuadremos en la taumatúrgica “Cuarta
Transformación” o el Nuevo Testamento y su recetario feliz —como ya le llaman
algunos—, nos conformaremos ahora con decenas de patincitos estacionados sobre
las banquetas, las cuales deberían ser para las personas y no para los
taqueros, motociclistas de reparto, motonetas azules de alquiler ocasional (con
todo y casco); patincitos y patinetas, sin olvidar a los ciclistas, vendedores
de diarios, de flores o mínimos escritorios públicos afuera de las oficinas
burocráticas, en los cuales se hacen copias; se pagan impuestos y se proporcionan
servicios de internet.
Pero
ante el asunto de las patinetas, impulsadas por su usuario o por energía
eléctrica, vale la pena leer esto, porque al parecer el fenómeno (como la
estupidez humana) es universal. Esto se publicó en El Mundo, de Madrid hace un
par de días.
“El
Ayuntamiento de Madrid ha presentado el primer borrador de la futura Ordenanza
de Movilidad Sostenible que debe sustituir a la que hay vigente desde 2005… En
la presentación de dicho borrador por parte de la delegada de Medio Ambiente y Movilidad,
Inés Sabanés, dice (que) los monopatines solo tendrán uso ‘de carácter
deportivo’ y no podrán circular por calzadas, aceras, zonas peatonales y vías
ciclistas”.
FARAH.
Quizás la única nación latinoamericana donde se mejoró el concepto helvético de
neutralidad ha sido Costa Rica, cuyo expresidente Daniel Oduber (como Arias, el
Premio Nobel) habló de “neutralidad activa”.
Y
algo así podría definir a Mauricio Farah quien ha tomado posesión como
secretario administrativo del Senado de la República, después de haberlo hecho
exitosamente en la Cámara de Diputados en legislaturas anteriores.
Hábil
y discreto, con capacidad negociadora, con instinto político, Farah recibe
ahora un reconocimiento a su activa neutralidad y eficacia política: haber
ocupado ese cargo, como nadie antes, en los dos cuerpos legislativos en
diferentes gobiernos y bajo la presidencia legislativa de distintos partidos.
Mauricio
Farah fue visitador en la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos.
El
“ombudsman” es designado por el Senado de la República, y aun cuando el área
administrativa no incide en la decisión, su experiencia en asuntos migratorios
y otras materias relacionadas con la sociedad, como la transparencia y la
rendición de cuentas (fue secretario ejecutivo en el IFAI), lo muestran como
una figura central en algunas decisiones y orientaciones, sobre todo, por la
probada interlocución con la sociedad civil.
Una
pieza de primera clase.
ERRATA.
Aun cuando en la versión escrita de esta columna el error fue corregido, en la
entrada digital apareció ayer la errata de mencionar a un señor Fernández del
Real como secretario de Cultura del gobierno de CS (no es Carlos Salinas, es
Claudia Sheinbaum) en la CDMX,
Y
no, el secretario es Suárez del Real y cada día —eso sí estaba bien— acumulará
más poder en el equipo.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com
elcristalazouno@hotmail.com
Twitter:
@CardonaRafael
Publicado
por La Crónica Diaria