La gran marea rosa

Ciudad de México, 17 de diciembre de 2025

Por Ricardo Monreal Ávila

Hace tres años, 12 de los 19 países de la América Latina continental eran gobernados por partidos o movimientos de izquierda, incluidas las tres economías más grandes del área: Argentina, Brasil y México.

Se habló entonces de la “gran marea rosa” en América Latina (para diferenciarla del “rojo comunista” y para subrayar su orientación socialdemócrata), lo que alertó a los movimientos latinoamericanos de derecha para reagruparse y relanzarse desde países fuera de esa órbita, especialmente desde España y EE. UU.

Aquella gran marea rosa (tampoco confundir con otras “mareas rosas” de otra naturaleza surgidas recientemente en nuestro país), que emergió a finales de la década de 1990 y principios del siglo XXI, se distinguió del comunismo clásico por su énfasis en justicia social, democracia electoral y políticas redistributivas dentro de marcos institucionales. Sacudió tanto a las derechas latinoamericanas, que intentaron recuperar terreno a partir de sus bastiones clásicos o nichos importantes en los poderes fácticos, como a las más variadas formas de injerencismo o intervencionismo.

Una de las principales causas de la generalización de este pensamiento de izquierda fue su respuesta frente a los abusos de la estafa neoliberal, tras décadas de políticas de derecha que dejaron múltiples formas de corrupción, explotación de los recursos propios, entreguismo e injusticia social.

La orientación socialdemócrata, que fue una particularidad de la propuesta política e ideológica de los grupos de izquierda latinoamericana no buscaba abolir el capitalismo, sino reformarlo con mayor intervención estatal, programas sociales y participación democrática.

Como consecuencia del creciente impacto de la gran marea rosa en las esferas políticas, económicas y sociales de la región, la reacción de las derechas no se hizo esperar. Ante la hegemonía progresista en gran parte de Latinoamérica, las preocupaciones de los sectores de derecha se tradujeron en distintos modos de reagrupamiento externo. Muchos movimientos conservadores buscaron apoyo ideológico y estratégico en España (partidos como el PP y luego Vox) y en EE. UU., donde think tanks y fundaciones (potenciadas con la presencia en los medios de comunicación masiva y en las diversas redes sociales) promovieron una serie de contranarrativas.

Ante esto último, se observó una ola conservadora posterior: a partir de 2015-2018, varios países empezaron a dar un giro hacia gobiernos de derecha, como reacción al desgaste de los progresismos. En cambio, en México, justo en esa coyuntura, en el 2018 se presenció el ascenso de MORENA al poder público en el país, con Andrés Manuel López Obrador al frente, lo cual constituyó una especie de culmen de este proceso político e ideológico de izquierda; fue a su vez efecto y causa del momento especial que vivía América Latina, marcada por el hastío y el malestar que las políticas económicas neoliberales habían dejado en el continente, especialmente por su estela de pobreza, violencia y corrupción.

En síntesis, si bien la “gran marea rosa” no fue comunismo, sino un viraje socialdemócrata que buscó corregir los excesos del neoliberalismo, su éxito inicial obligó a las derechas a reorganizarse internacionalmente, preparando el terreno para la ola conservadora que siguió. Por ello, desde hace dos años, el péndulo latinoamericano (que suele moverse en ciclos de 10 y 15 años, desde hace medio siglo) ha empezado a moverse hacia el lado conservador. El triunfo en Chile de José Antonio Kast, al frente de una coalición de la derecha extrema (que pugna por mano dura en seguridad, rechazo a la migración y políticas económicas de suma apertura), se aúna a las victorias de movimientos similares en Argentina, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay y Perú, así como al ascenso reciente de la derecha en Colombia y al asedio civil y militar en Venezuela.

Si bien cada caso tiene su propia dinámica y explicación, es importante tener presentes los factores más visibles que pueden explicar esta salida de los gobiernos de izquierda en América Latina. En Argentina, la falta de resultados en materia económica (inflación, desempleo y manejo de la deuda pública) fue el detonante, junto con la dirección mediática de los casos de corrupción en el kirchnerismo. En Bolivia, la división y fractura del movimiento encabezado por Evo Morales, el MAS, que no logró un acuerdo para llevar un candidato único, se tradujo en la salida de todos.

En Ecuador, la inseguridad provocada por los grupos criminales locales y el fraude electoral ejercido por el gobierno actual de derecha fueron factores que sacaron a la izquierda del juego, mientras que, en Paraguay, como en el caso de Bolivia, la incapacidad de las izquierdas para acordar una coalición los llevó fuera del gobierno. En Perú, por otra parte, el control que la derecha tiene sobre los poderes Legislativo y Judicial fue el factor determinante.

En los casos citados anteriormente se puede hablar de un estado de cosas influenciado o determinado por el denominado golpe de Estado blando, cuya estrategia para desestabilizar un gobierno sin uso directo de la fuerza militar incluye manipulación mediática, presión económica, protestas callejeras financiadas y operaciones psicológicas, como del denominado lawfare que, por su parte, puede tener una connotación, principalmente, de guerra jurídica, mediante el uso estratégico del sistema legal para perseguir objetivos políticos: criminalizar opositores, desprestigiar líderes y obstruir políticas a través de procesos judiciales abusivos.

En los casos de Honduras y Venezuela, por otro lado, la injerencia desde el exterior auspiciada por sus respectivas derechas son los elementos que explican la salida o debilitamiento de los gobiernos en curso. En Chile, el caso más reciente, la inseguridad y la falta de crecimiento económico parecen haber sido las causas detonantes.

En México, todos estos factores enlistados los está moviendo la derecha local e internacional, aunada a una oleada de embates mediáticos en redes sociales, pero que han podido sortearse gracias a que se está trabajando para evitar cada uno de estos riesgos y amenazas: desde la división interna hasta el acecho político de la derecha internacional, pasando por el reforzamiento de los asideros sociales y territoriales del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X: @RicardoM

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(Por las vacaciones de Navidad y de Año Nuevo las colaboraciones de nuestro apreciado amigo Ricardo Monreal Avila se reanudarán en los medios del Grupo Editorial hasta el próximo Enero de 2026).

Felices fiestas con toda la familia…. Bendiciones!!!!