Mensaje de la presidenta del Senado de la República, Laura Itzel Castillo Juárez, en el foro legislativo “Los derechos sexuales y reproductivos en México. La Menopausia”

Ciudad de México, 15 de octubre de 2025

¿Qué tal? Muy buenos días tengan todos y todas ustedes.

En primer lugar, quiero agradecer a la senadora Lizeth Sánchez García, quien es secretaria de la Mesa Directiva del Senado de la República, por convocar a este foro tan interesante, y que es un asunto que debemos de estar tratando y visibilizando.

Agradezco también la presencia de quienes nos acompañan aquí en el presídium. La senadora Reyna Celeste Ascencio, el senador Alfonso Cepeda Salas, el único compañero varón que se encuentra con nosotros, por eso se merece un doble aplauso.

A la senadora Maki Esther Ortiz Domínguez, a la senadora Yeidckol Polevnsky, a la senadora Virginia Magaña Fonseca; y, desde luego, a quien está aquí al frente de la titularidad de la Unidad Técnica para la Igualdad de Género en el Senado de la República, la maestra Grettel Rodríguez Almeida, y a la maestra Marcela Vázquez Coronado, presidenta de la Asociación Civil Mujer, Hormonía y Salud.

Creo que es muy importante que haya especialistas en este tema y qué mejor que esté con nosotros el día de hoy Marcela Vázquez Coronado, muchas gracias. Bienvenida.

Quiero decir que agradezco y reitero este agradecimiento para participar en el Foro “Los derechos sexuales y reproductivos en México, la menopausia”.

Esta iniciativa impulsada, como hemos dicho, por nuestra amiga y compañera senadora Lizeth Sánchez García, a quien indiscutiblemente le reconozco el abrir este espacio de diálogo, reflexión y acción, en torno a un tema que ha sido históricamente invisibilizado, pero que exige ocupar el lugar que merece en la agenda pública: la menopausia y su impacto en la vida de las mujeres.

Porque hablar de menopausia es hablar de justicia social, es hablar de salud, de igualdad y sobre todo de derechos humanos. Es hablar de millones de mujeres que en silencio transitan una etapa profundamente transformadora, muchas veces sin información, sin acompañamiento, sin comprensión y, peor aún, sin reconocimiento social.

Hoy, en este recinto, ese silencio empieza sin duda a romperse, y nosotras y nosotros somos desde luego pieza clave y fundamental.

Durante años, la menopausia ha sido tratada como un secreto vergonzoso, como si el cuerpo de las mujeres perdiera valor cuando dejamos de ser fértiles.

El lenguaje, la cultura y la medicina misma han contribuido sin duda a invisibilizarla. Se le ha llamado el climaterio, la pérdida, la decadencia, como si con ella se extinguiera algo esencial de nosotras y nos convirtiéramos en cuerpos en descomposición, objetos desechables y con caducidad.

Pero las mujeres sabemos y queremos que lo sepa el país, que lo sepa el mundo entero, que la menopausia no es el final, sino el principio de una nueva etapa en la que se transforma el cuerpo, pero también se reafirma la conciencia.

Es el momento en el que muchas mujeres nos reencontramos con nosotras mismas, con nuestra libertad, con nuestra fuerza y sabiduría acumulada.

Nombrar la menopausia con dignidad, sin tabús, sin burlas, sin silencios, es un acto político, un acto feminista y un acto de justicia.

Durante décadas, el sistema de salud fue diseñado desde una mirada androcéntrica que ignora los procesos vitales de nosotras las mujeres.

La menopausia, igual que la menstruación, la maternidad o la lactancia, forma parte de los procesos naturales del cuerpo femenino y el Estado tiene la obligación de acompañar estos procesos con información, con atención médica y con políticas públicas sensibles en materia de género.

Sin embargo, todavía en muchas instituciones la menopausia no es tratada como una etapa que requiere atención integral, acompañamiento psicológico y una visión de bienestar más allá de lo ginecológico, y como resultado muchas mujeres se enfrentan los síntomas sin información suficiente y, en otras tantas, el personal médico minimiza o normaliza su malestar.

Al buscar apoyo, además, lo que encuentran son prejuicios que las culpabilizan como si envejecer no estuviera permitido para nosotras las mujeres, como si no se tratase de un ciclo natural de nuestras vidas.

En México, millones de mujeres entre 45 y 55 años no cuentan con acceso a servicios de salud especializados que consideren las particularidades de esta etapa.

Además, la información, sin duda, es escasa. Los tratamientos hormonales son costosos o inaccesibles y la salud mental sigue siendo una deuda pendiente.

Por esto, reconocer la menopausia como un tema de derechos humanos es también una exigencia de igualdad sustantiva.

Necesitamos construir entornos laborales con perspectiva etaria y de género, donde la experiencia y la sabiduría, esta sabiduría acumulada, sean reconocidas como activos, no como desventajas, y romper la idea de que las mujeres dejamos de ser productivas o creativas después de los 45 o 50 años. Nada más falso.

Es precisamente en ese momento cuando muchas alcanzamos la madurez intelectual, la claridad emocional y la fuerza política que nos convierten en pilares de nuestra comunidad y de nuestro país.

Por eso, hablar de menopausia es hablar también de justicia laboral, de igualdad y de reconocimiento a la trayectoria vital de las mujeres.

Este foro es, ante todo, una invitación a la empatía y a la sororidad, a reconocernos unas a otras en nuestras diferencias, pero también en nuestra experiencia común de ser mujeres que habitamos un cuerpo que cambia, que siente, que envejece y que, desde luego, se reinventa.

Las jóvenes deben saber que la menopausia no es una amenaza, sino una etapa más del ciclo de la vida. Y las mujeres mayores deben saber que no están solas, que su experiencia vale, que su palabra importa.

Necesitamos cambiar la conversación en los medios, en la educación, en la ciencia, en el arte, en las familias, para que las niñas y adolescentes crezcan sabiendo que sus cuerpos no son motivo de vergüenza, que cada etapa tiene su valor y que envejecer no es perder belleza, sino ganar experiencia y autonomía.

Y en un país que busca la igualdad sustantiva, reconocer y acompañar la menopausia es también un acto, desde luego, de justicia, de humanidad y de amor colectivo.

Sigamos hablando, sigamos escuchando, sigamos legislando para que ninguna mujer vuelva a sentirse invisible por vivir en su propio cuerpo, porque los derechos sexuales y reproductivos no terminan con la fertilidad, sino que se extienden a lo largo de la vida.

Por eso decimos: ¡es tiempo de mujeres!

Muchas gracias y muchas felicidades.

Les deseo mucho éxito en este importante foro.

Texto y Fotografía: Cámara de Senadores